Para el biometeorólogo Javier Mantera, gran parte de la influencia del medio aéreo sobre el organismo reside en las características electromagnéticas del mismo: campo eléctrico, ionización, corrientes tierra-aire y atmosféricos, es decir, ondas electromagnéticas de baja frecuencia. "Los cambios eléctricos que acontecen en la atmósfera afectan a los procesos fisiológicos. No hay que olvidar que somos como un electrodoméstico, pues funcionamos con electricidad." Hace años, los infartos de miocardio se relacionaban con cambios repentinos de presión ocasionados por el paso de un frente frío. "Hoy sabemos que cuando éste pasa, la masa de aire sufre un cambio radical del potencial y conductividad eléctricas. Éstas son las alteraciones que realmente pueden llegar a poner en peligro la vida del enfermo cardiaco", comenta Mantera.
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II. EL ORGANISMO TIENE SU PROPIO CAMPO ELECTROMAGNÉTICO
Cada una de las células de un ser vivo posee un campo electromagnético perfectamente definido en el que -valga el símil- la membrana actúa como condensador y las mitocondrias como fuente de alimentación y donde además existen sistemas que desempeñan una labor de conmutación y transmisión como el citoesqueleto. Eso es lo que ocurre a nivel celular. Y lo mismo sucede en cada uno de los tejidos, órganos y sistemas del cuerpo donde existen proteínas que transportan la información a la velocidad de la luz. Es más, el propio ser humano en su conjunto es un campo electromagnético, el más poderoso instrumento de organización y comunicación biológica que existe en la naturaleza.
Bueno, pues cada uno de esos niveles posee su propio espectro característico de ondas electromagnéticas por lo que es necesaria la existencia de interacciones de resonancia entre ellos a fin de mantener un equilibrio dinámico. Un acoplamiento que, si se rompe y no es reequilibrado por el propio organismo, hace sobrevenir la enfermedad.
De ahí precisamente que el ser humano sea tan sensible a cualquier campo electromagnético externo. Hasta el punto de que un simple cambio de parámetros meteorológicos (temperatura, humedad, presión, etc.) es suficiente para desajustarle y poner a prueba sus mecanismos de regulación, defensa y adaptación.
En suma, sabiendo que los seres vivos son sensibles a los estímulos externos es evidente que la cada vez más intensa polución electromagnética -además de otros efectos patológicos valorados y descritos por numerosos investigadores- puede trastornar su medio interno electromagnético natural. Y hoy día de forma excesivamente rápida, tanta como para no permitir que el ser humano pueda adaptarse. Algo que puede inducir en el organismo humano cambios y patogénesis más allá de los efectos negativos que se han podido valorar hasta el momento.
Obviamente, los posibles efectos en el organismo de las ondas artificiales -como la radiación de microondas y las frecuencias extremadamente bajas de la telefonía móvil- dependen de la coherencia, potencia, modulaciones, cercanía a la fuente de emisión, duración de la exposición, tipos de ondas y posibles resonancias así como de las interferencias que se puedan establecer entre esas señales y los procesos y estructuras fisiológicas del organismo.
Aunque el principal peligro de esta invisible -pero real- amenaza es que las distintas frecuencias del espectro electromagnético de los dispositivos que emiten radiación (teléfonos móviles, pantallas de ordenador, líneas de alta tensión, electrodomésticos, etc.) pueden interferir en las frecuencias del organismo de la persona -y de todo ser vivo- tanto a nivel orgánico como celular en virtud del conocido fenómeno de resonancia. Y eso es así porque esos aparatos -entre ellos, los teléfonos móviles- emiten en la misma o muy parecida frecuencia que, por ejemplo, un cerebro o un corazón humanos. Con la diferencia de que lo hacen en frecuencias armónicas, lo que las lleva a interferir las frecuencias naturales.
Laura Jimeno Muñoz
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III. YA EXISTE LA TECNOLOGÍA CAPAZ DE DAÑAR EL ORGANISMO HUMANO MEDIANTE LAS ONDAS ELECTROMAGNÉTICAS DE BAJA FRECUENCIA: LAS QUE USAN LOS TELÉFONOS MÓVILES
¿CÓMO FUNCIONA UN TELÉFONO MÓVIL?
Lo primero que hay que tener en cuenta es que el teléfono móvil, si está encendido, emite radiación de manera permanente, estemos utilizándolo o no. Eso sí, no emite la misma dosis cuando se halla en estado de espera sino que llega a sus máximos picos cuando uno recibe o efectúa una llamada. Se trata de un sistema bidireccional permanente ya que, al tiempo, el aparato es emisor y receptor-amplificador de señales. Lo que se debe tener en cuenta ya que si intentamos hacer uso del teléfono desde el interior de un coche, de un parking o de un edificio la radiación que recibiremos será mayor porque el teléfono necesitará emitir a más potencia para cumplir su función.
El sistema de telefonía móvil más usado hoy en el mundo es el llamado GSM (siglas de Global System for Mobile Communication o Sistema Global para Comunicación Móvil) que trabaja a 900 y 1.800 MHz pero ya ha comenzado a extenderse una nueva tecnología, la UMTS (Universal Mobile Telecommunication System o Sistema Universal de Telecomunicación Móvil) que precisa frecuencias superiores -entre 1.885 y 2.200 MHz- a fin de poder incorporar mayor volumen de información (y es que se trata de una tecnología pensada para transmitir imágenes y enriquecer las prestaciones del teléfono móvil con conexiones a Internet).
En suma, el espectro electromagnético de los teléfonos móviles está compuesto por dos tipos de ondas, algunas de las cuales están en el mismo rango de frecuencias que los sistemas vivos:
1) Las microondas. Son las ondas que portan la señal y su frecuencia está en torno a los 900 MHz en el caso de la tecnología GSM mientras llega hasta 1.800/1.900 MHz en el caso de los aparatos digitales. Y,
2) Las ondas de muy baja o extremadamente baja frecuencia que son las que modulan la señal. En cuanto a la frecuencia de estas ondas en los teléfonos móviles las encontramos de:
a) 2 hertzios. Se usan para evitar la modulación poco confortable para los oídos que provoca el ruido circundante.
b) 8,34 hertzios. Es la frecuencia de emisión de la señal asociada a las condiciones de recepción.
c) 30 a 40 hertzios. En ella emiten distintos elementos electrónicos internos del teléfono móvil.
d) 217 hertzios. Es la modulación de la frecuencia portadora de las microondas utilizadas por los sistemas GSM (hay que decir que en caso de tráfico intenso la frecuencia de 217 Hz desaparece y sólo queda la de 8'34 Hz).
Todo esto es importante porque, como hemos explicado, los organismos vivos son sensibles a las intensidades ultra-bajas de los campos externos ya que sus células, tejidos y órganos se mueven en esa franja electromagnética. El corazón y el cerebro, por ejemplo, entran en resonancia con frecuencias externas similares: el corazón emite a una intensidad de 100.000 femtoTeslas para frecuencias eléctricas de 1 o 2 Hz mientras que la potencia de emisión magnética de un cerebro humano es de 150 femtoTeslas para las frecuencias eléctricas de 0 a 31'5 Hz (hay que recordar que el campo magnético de frecuencia extremadamente baja de una pantalla de televisión es de 250 nanoteslas, que es un millón de veces más grande que el desarrollado por cerebro y corazón).
Es decir, los dramáticos efectos de las radiaciones de frecuencias extremadamente bajas sobre procesos tan importantes como la división celular o la comunicación intercelular se debe a que las que emiten los teléfonos móviles (8'34 Hz y 2 Hz) coinciden en el mismo espectro. Así lo refleja cualquier electroencefalograma ya que las ondas cerebrales theta, delta y alfa están entre los 0 y 12 Hz. Y esa es la razón de que esta clase de radiación afecte a la actividad eléctrica y electroquímica del cerebro así como a la permeabilidad de la barrera hemática del mismo a la par que degrada el sistema inmunitario.
Laura Jimeno Muñoz
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IV. LA JUSTICIA ESPAÑOLA YA HA INSTRUIDO SUMARIOS CON INFORMES SOBRE DAÑOS PRODUCIDOS POR ONDAS ELECTROMAGNÉTICAS DE BAJA FRECUENCIA
El juez Miguel Donis Carracedo, que instruye el 'caso García Quintana', ha llamado a declarar como peritos en el proceso judicial a dos expertos en los presuntos efectos sobre la salud de las ondas electromagnéticas emitidas por la actividad de las instalaciones de telefonía.
El magistrado ha reclamado la intervención de los especialistas por decisión propia y no a requerimiento de los abogados de la acusación que defienden los intereses de los padres del colegio.
La investigación incorporará así las declaraciones de Javier Espinosa Arranz, jefe de servicio de Oncología de la Clínica Ruber de Madrid. Este científico es conocido por estudios que advierten de los peligros potenciales de estas emisiones. Ya en mayo de 1997, el doctor Espinosa alertaba de la relación entre radiación de telefonía móvil y la aparición de leucemias, tumores cerebrales, cáncer de mama y melanoma.
También el profesor Pedro Costa Morata declarará como perito sobre la incidencia de las emisiones de las estaciones base en el organismo humano. Premio Nacional de Medio Ambiente, consultor de las Naciones Unidas y de la Unesco, sociólogo e ingeniero en Telecomunicaciones, Pedro Costa, autor del libro 'Electromagnetismo, inquietante, ubicuo y silencioso', describe como efectos térmicos producidos por las estaciones base los que repercuten en el oído, ojo y cerebro y, respecto a los no térmicos, sus estudios señalan que afectan al sistema nervioso central, al circulatorio, digestivo y glándulas endocrinas, con perturbaciones en los biorritmos cerebrales, la alteración del transporte del calcio iónico en las células y las sospechas de que puede afectar al ADN con trascendencia carcinogénica.
Médicos alemanes
En el mismo documento judicial, el magistrado ordena al Área de Informática de la Policía Nacional que se aporte al sumario la 'Declaración de Friburgo' [ver apartado siguiente]. Este documento, que se puso en circulación en octubre de 2002, recoge el testimonio de médicos en ejercicio de muchas especialidades de esta localidad alemana. El texto firmado inicialmente por 22 facultativos y que, en la actualidad, ya ha superado las mil rúbricas, constata la preocupación por la salud de la población al observar en los últimos años un «dramático aumento de enfermedades graves y crónicas» entre sus pacientes. Concretamente, aluden a los transtornos en la capacidad de aprender, hiperactividad en niños, afecciones del ritmo cardíaco, infartos y apoplejías en personas cada vez más jóvenes, enfermedades cerebrales degenerativas, epilepsia y cánceres como leucemia y tumores cerebrales, junto a otras dolencias menos graves. Los médicos establecen «una clara relación temporal y espacial entre la aparición de estas patologías y el comienzo de una radiación de microondas por la instalación de antenas de telefonía móvil, uso intensivo de celulares o de inalámbricos». Precisan, asimismo, que no se trata de casualidades ya que los afectados se concentran en edificios, mejora o desaparece la enfermedad cuando se separan del foco y mediciones realizadas en las zonas confirman «nuestras observaciones». Los firmantes reclaman medidas de protección a las administraciones.
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V. LA DECLARACIÓN DE FRIBURGO
También son cada vez más los médicos que han empezado a manifestar públicamente su preocupación. Muestra de ello es el documento que el 9 de octubre de 2002 firmaba una veintena de médicos de la región alemana de Friburgo y cuyo llamamiento ya ha sido suscrito por más de mil médicos y centenares de terapeutas de todo el mundo. En el texto se puede leer: "En los últimos años observamos entre nuestros pacientes un dramático aumento de enfermedades graves y crónicas" (aquí se incluye un listado de distintas enfermedades entre las que se citan, por ejemplo, infartos, cáncer, enfermedades cerebrales degenerativas, inmunodeficiencias, insomnio o cansancio crónico). Y vemos con frecuencia creciente una clara relación temporal y espacial entre la aparición de estas dolencias y el comienzo de una irradiación de microondas que se presenta de diversas formas: instalación de antenas de telefonía móvil en la proximidad de los pacientes o uso intensivo de teléfonos móviles, adquisición de un teléfono inalámbrico para usarlo en casa o en la vecindad".
A los médicos no les cabe duda: "Ya no podemos creer en una coincidencia puramente casual pues con demasiada frecuencia observamos una llamativa concentración de determinadas enfermedades en zonas o edificios irradiados con microondas; con demasiada frecuencia mejora la enfermedad o desaparecen dolencias que se prolongaban meses y hasta años poco tiempo después de reducir o eliminar la irradiación con microondas; con demasiada frecuencia se confirman nuestras observaciones con las mediciones de campos electromagnéticos realizadas in situ". Todo lo observado les lleva a concluir lo siguiente: "Consideramos que la tecnología de la telefonía móvil introducida en 1992 así como los teléfonos inalámbricos (Norma DECT) que se pueden comprar desde 1995 son uno de los desencadenantes esenciales de este fatal desarrollo". Y advierten: "Especialmente amenazados se encuentran las embarazadas, los niños, los adolescentes y las personas mayores y enfermas".
Confiesan los firmantes de este llamamiento que sus esfuerzos terapéuticos son cada vez más infructuosos por la libre y continua penetración de las radiaciones tanto en los lugares de trabajo como en los de residencia y apuntan en una dirección concreta: "Consideramos el número creciente de enfermos crónicos también una consecuencia de la política irresponsable de fijación de límites que, en vez de proteger a la población de los efectos a corto y largo plazo, se somete a los dictados de una tecnología de cuya peligrosidad se tiene ya suficiente constancia. Ya no esperamos nada de nuevos e irreales resultados de la investigación que, según nos muestra la experiencia, están influenciados reiteradamente por la industria mientras se ignoran estudios con fuerza probatoria. Consideramos apremiante y necesario obrar ya".
VI. LA CRUZ ROJA CONOCE DESDE 1990 LAS ARMAS QUE USAN ONDAS ELECTROMAGNÉTICA DE BAJA FRECUENCIA
Armas de energía dirigida
Además de las armas láser antipersonal que, en cierta medida, puede considerarse que son también armas de energía dirigida, hay armas muy especiales tales como las que emplean ondas electromagnéticas de diferente longitud y generadores de haces de partículas que, a juicio de algunos expertos, son armas antimateria sumamente eficaces y potentes. Hay pocas posibilidades de que armas de esta índole que requieren gran cantidad de energía, lleguen a ser, en un futuro próximo, operacionales en el campo de batalla. En cambio, no puede decirse lo mismo de los sistemas de armas que utilizan haces de ondas electromagnéticas o impulsos.
Sin embargo, no se conocen con exactitud las consecuencias que a largo plazo tienen en el cuerpo humano las ondas electromagnéticas, las cuales han sido objeto de continuos trabajos de investigación. Según la frecuencia utilizada el modo de emisión, la energía irradiada, así como la forma y la duración de los impulsos emitidos, las radiaciones electromagnéticas pueden inducir calor en el cuerpo humano y causar graves quemaduras, o incluso modificaciones de la estructura molecular de los tejidos afectados.
Se han llevado a cabo trabajos de investigación al respecto en casi todos los países industrializados, sobre todo en las superpotencias, con objeto de utilizar estos fenómenos como armas antimateria o antipersonal. Las pruebas realizadas en este ámbito demuestran que los impulsos de microondas pueden utilizarse como arma para poner fuera de combate o incluso matar a la persona humana. Actualmente, es posible emitir un impulso de microonda de muchísima energía (es decir, entre 150 y 3.000 megahertzios), con un nivel de energía de varias centenas de megavatios. Con sistemas de antenas especialmente adaptados, estos generadores pueden, en principio, transmitir, a cientos de metros, suficiente energía para cocinar.
Cabe puntualizar, sin embargo, que los efectos letales o de incapacitación que pueden comportar los sistemas de armas que utilizan esta tecnología son posibles con niveles de energía mucho más bajos. Utilizando el principio de concentración del campo magnético, que permite el control de la geometría sobre el objetivo, gracias a los sistemas de antenas especialmente concebidos con tal finalidad, la energía irradiada puede concentrarse en pequeñas superficies del cuerpo humano, por ejemplo, en la base del cerebro, donde una energía relativamente pequeña puede producir efectos mortíferos.
Al parecer, la evolución de la tecnología moderna incita a tomar muy en serio la producción de tales sistemas de armas, que pueden tener un campo de acción de unos 15 kilómetros y arrasar toda una zona mediante una serie de rápidos impulsos, poniendo fuera de combate o matando en pocos segundos a los soldados que en esa zona no estén protegidos. Dado que las armas de esta índole pueden instalarse fácilmente en un camión, su transporte no plantea dificultades.
A pesar de las escasas publicaciones sobre este tema y considerando su estricta clasificación, por motivos de índole confidencial y de protección, las investigaciones realizadas en este ámbito parecen demostrar que basta aplicar muy pequeñas cantidades de radiaciones electromagnéticas para alterar sustancialmente las funciones de las células vivas. Asimismo, revelan que las radiaciones electromagnéticas incluso con una corriente muy baja, sobre todo las que utilizan una forma de impulso que contiene un elevado número de diferentes frecuencias, pueden ocasionar efectos patológicos muy similares a los causados por una materia tóxica violenta.
Como más arriba se destaca, la energía necesaria para alcanzar estos resultados es, a menudo, bastante inferior a la energía requerida para inducir efectos térmicos considerables en los tejidos del cuerpo humano.
Algunas investigaciones efectuadas en este ámbito parecen confirmar que los campos electromagnéticos de poca intensidad, cuya modulación se hace coincidir con las ondas normales del cerebro, pueden afectar gravemente a la función de éste. Tras experimentos realizados en animales con campos magnéticos pulsados, se obtuvieron resultados específicos, tales como producir el sueño del animal, o provocar en él, según la modulación de frecuencia utilizada, un estado de ansiedad o de agresividad. Por otra parte, es bien sabido que la aplicación de niveles de energía más elevados que los utilizados para los experimentos sobre la modificación del comportamiento puede causar también efectos letales. Un arma antipersonal concebida según esos principios biofísicos podría originar efectos análogos a los causados por gases neurotóxicos, aunque sin provocar efectos secundarios ni dejar marcas permanentes.
(Revista Internacional de la Cruz Roja No 102, noviembre-diciembre de 1990, pp. 606-620 por Louise Doswald-Beck y Gérald C. Cauderay: "El desarrollo de las nuevas armas antipersonal")
[www.icrc.org]
Vance
Paz Digital, 07-11-2005
***
Paz Digital, 25-03-2006. Recuperado.
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